Santiago, 2 de agosto de 2020
Desde la Asociación Chilena de Historiadores vemos con preocupación la reciente propuesta de “priorización curricular” anunciada desde el Ministerio de Educación. En el contexto de la pandemia y considerando las restricciones que afectan a los procesos educativos, la autoridad plantea una jerarquización de contenidos y asignaturas. En la práctica, esto supone optar por un número reducido de disciplinas que cubran “objetivos imprescindibles” y combinarlas con otras que permitan abordar “objetivos integradores y significativos”.
No es sorprendente que los conocimientos y asignaturas declarados prescindibles bajo este esquema de priorización sean los mismos que hace años vienen experimentando un asedio sistemático por parte de las autoridades educacionales: Historia, Geografía, Ciencias Sociales, Música, Artes, Educación Física. Es igualmente predecible la respuesta que el Ministerio de Educación ofrecerá ante las críticas a esta propuesta: la situación es excepcional, el tiempo pedagógico se ha restringido y la fórmula del nuevo plan de estudios es lo suficientemente flexible para integrar habilidades o combinar contenidos de asignaturas que no sean consideradas prioritarias. Nada muy distinto de lo que hemos escuchado para justificar la reducción de horas o la desaparición de asignaturas. Nada muy disonante de la lógica de simplificación curricular, que no es otra cosa que su ajuste a los instrumentos de medición y ranking con que se decide la distribución de recursos.
Precisamente porque los tiempos son excepcionales, debemos poner nuestros mayores esfuerzos a favor de la preservación de la riqueza que supone la educación. Debemos defender la diversidad de sus contenidos, pues allí podemos encontrar las mejores herramientas para hacer frente a la incertidumbre, el aislamiento y la crisis de confianza que estamos experimentando. Sabemos que los establecimientos educacionales han estado sometidos a severos niveles de presión debido a la abrupta transición a la enseñanza virtual, pero también conocemos el trabajo coordinado y riguroso de miles de profesoras y profesores, coordinadores de ciclos y directores, que han redoblado esfuerzos para que la precariedad contextual sea enfrentada con la mejor destreza pedagógica de la que somos capaces en estas condiciones.
Es de esperar que las comunidades educativas, en la medida que sus recursos lo sigan permitiendo, tomen distancia de esta desafortunada propuesta, que en nombre de la urgencia solo ofrece prescindencia de contenidos, no una mejor educación.